El problema de viajar, si lo hacés bien,
(y con eso digo
si dejás la armadura en casa
si andás sin
chaleco antibalas,
si te animás a viajar y a
ver)
es que el mundo se ensancha
y no hay forma de volver a hacerlo chiquito.
Los ángulos del planeta se multiplican como
cuando llegás a esa isla que era un punto en el mapa
(antes)
ahora
el punto se agranda
y se convierte
en algo grande,
algo con nombre y con sabor y con temperatura,
y si un punto
se puede convertir así
en signo de exclamación
entonces
ah
cuántos lugares hay.
La vida no alcanza.
El problema de viajar es que me refriega una y otra vez que
lo que vale la pena
se descubre
del otro lado del pantano
de lo incómodo,
de lo difícil.
El problema de viajar es que
a veces
te sentís
solo
solo
solo
y la única forma de no estar más
solo
solo
solo
es
aprender a disfrutarlo
o dar el primer paso,
acercarte a alguien y largarlo
rápido
antes de arrepentirte:
hola.
El problema de viajar es que
las ojotas son siempre más cómodas
el pelo enredado es el que te queda mejor
y el polvo en la piel le gana a cualquier crema.
El problema de viajar es
ay
las despedidas…
Te escuchás diciendo chau muy seguido.
Te encariñás con personas que no volverás a ver:
Hasta pronto
pero pensás:
¿hasta cuándo?
o que sí volvés a ver, pero a cambio de estar lejos de casa.
El problema de viajar es que ves
a otros
haciendo de sus minutos una cosa distinta.
Que cuando volvés a casa
al trabajo
el viento del otro lado de la ventana te está diciendo
no todo tiene que ser como te dijeron,
que lo que viste
no lo imaginaste.
Fue real.
Viajar es como leer un buen libro: siempre te quedás
con ganas de otro.
Viajar hace algo con el tiempo,
lo transforma,
lo estira,
lo hace valer.
El problema de viajar es que ves que
tenemos los mismos miedos allá que acá,
las mismas ilusiones,
que todos bailamos cuando suena la música y
que nuestras lágrimas son igual de saladas.
Viajar te hace extrañar,
pensar,
replantearte cosas,
te enseña,
te sensibiliza,
te devuelve (si te animás) un corazón marcado de estrías,
te baja a tierra,
te muestra que en este mundo somos muchos, muchos,
muchos
muchos
los que lo habitamos, y que todos,
vos, yo, él,
ella,
todos,
tenemos el mismo derecho a habitarlo.
El problema de viajar es que ninguna foto o texto o relato va a poder traer de vuelta la vivencia,
que nada la encapsula,
que una vez que pasó,
pasó,
que mientras está pasando,
ya pasó,
se la comió el tiempo,
te quedan solo las cenizas y los cuentos
que traés a casa en una bolsita,
el souvenir de las vacaciones.
El problema de viajar es que
exige que regales atención,
que dejes que el mundo te
tome de la cintura y te seduzca:
acá los pájaros son diferentes,
y se desayuna más temprano
y la gente se mete al mar de forma rara.
Te empuja
afuera de tu cabeza y te hace
mirar
ver
hacia otro lado: ahí,
ahí, ahí.
El problema de viajar es que no volvés a ser
el mismo de antes.
Algo se despertó.
Nada se deshace,
no se puede volver atrás,
solo queda seguir adelante,
y esperar de seguir siempre,
siempre,
siempre,
creciendo.
No hace falta irse al otro lado del mundo,
solo mirar con otros ojos.
Licenciada Eileen Borgström,
Su post me encantó por varias razones.
Primero, explicó perfectamente en palabras lo que pienso desde hace mucho tiempo, quizá desde toda mi vida.
Segundo, trató de este tema con un texto hecho de una forma literaria y estructural que no tengo miedo de definir teatral.
I’m looking forward to reading one of your new posts ASAP.
Con illimitata stima, professionale e non solo,
G.
Me hiciste llorar, de vuelta. Te adoro.
Me encantó…tu texto y tus ventanas abiertas invitan a que entre La Vida..