La tecnología, ¿más desenfrenada que el amor?

No hace falta que nos expliquen cómo la tecnología zarandeó nuestras vidas, porque muchos hábitos nuevos ya ni nos llaman la atención. Vivimos conectados y estamos acostumbrados a dormir al lado del celular. Y a que sea la primera cosa que vemos cuando nos despertamos. Nos dicen “apple” y no pensamos en manzanas. Se acaba la batería del smartphone (¿teléfono inteligente?) y nos atacamos porque intuímos que en ese lapso se acaba el mundo. Llegamos a un lugar y antes de decir “hola, qué tal”, pedimos la clave del Wi-Fi.

Wow. Escribo esto y me da nostalgia, y eso que soy una nativa digital. Pienso en el film You’ve Got Mail donde, si bien los personajes se conocieron digitalmente, se escribían de una manera epistolar porque la mensajería instantánea era toda una novedad. De alguna forma me entusiasma esa historia y me da esperanzas, porque la tecnología todavía no había sacudido las raíces del romanticismo. ¿Qué nos pasó? ¿Cómo cambió todo tanto con las redes sociales?

Joe & Kathleen. Nada más tierno (y cliché) que Meg Ryan y Tom Hanks.

Joe & Kathleen de You’ve Got Mail. Nada más tierno (y cliché) que Meg Ryan y Tom Hanks.

Estamos atentos a todo, completamente alertas por si recibimos algún mensaje – aún cuando ya ni sé que significa eso hoy… ¿una carita es un mensaje? ¿una nota de voz? Podemos contactar y hablar con el otro por mil vías diferentes, cada una de ellas con sus propias reglas y códigos, y nos volvemos más locos todavía porque analizamos con una lupa todas las acciones que hacemos.

Arranquemos con la anatomía del like. Es verdad que mil veces, detrás de uno, hay un guiño, pero yo creo (me terminó de convencer mi gran amiga María) – y me lo tengo que repetir – que en realidad, no suele disfrazar nada y que va con lo que es: un mísero like, sin pretensiones escondidas ni declaraciones de nada.  X estaba chusmeando Facebook mientras se pegaba tremendo embole en el bondi, vio algo tuyo, le gustó y chau. Sin más. Tenemos esa maldita costumbre de querer sobreanalizar todo y esto se intensifica cuando stalkeamos a otro. “¿Quién es esta flor de añsldjfañsldf que le likeó 5 fotos desde septiembre del 2013?”. Y ahí arranca sesión de stalkeo 2, y deriva en que esa mina es prima de otra que obviamente no nos puede caer bien.

Banksy pintó esta triste realidad.

¡Démosle a Banksy otros motivos para pintar!

Y así es con todo.  Conocés a alguien,  te pide el Whatsapp, te agrega a Facebook, te sigue en Instagram o en Snapchat. ¡Cómo hacemos para estar al tanto de todo! ¿Y qué quiere decir si te agrega a una y no a la otra? ¿Si me agrega a Facebook y no me pide mi celular es de cagón? El chamuyo se esparce por todos lados, y de repente un like en una foto vieja de Instagram puede hacernos sospechar.

Me parece que hablo por todas cuando le habremos pedido a alguna amiga que nos mandara un inbox o nos eliminara y agregara de Facebook, siempre haciendo malabares y desconectando el Wi-Fi, para ver si podemos leer lo que nos mandó sin que le aparezca ese maldito “seen“. Todo para quedar cancheras porque pensamos que lo pusimos en el freezer. ¡Menos paranoia y locura por favor! Nos hacemos un mamarracho mental por detalles ínfimos.

Whatsapp es un mundo aparte. El tema de la última conexión nos convirtió a todos en estrategas.  Mensaje de texto para que no vean si leímos o no. El temita de los ticks azules, grises, rojos, verdes, lo que sea, todo en contra de nuestra privacidad. ¿Por qué todos tienen que saber cuándo elijo o no filtrar? Y hablo de conversaciones en general, quizás lo leí pero me abstengo de contestar porque sé que no es un buen momento. Y la gente no infiere eso, piensa que no te importó. Y volviendo al amore, si te habla todos los días por Whatsapp pero no activa, ¿qué quiere decir? Y si no lo usa nunca, ¿es un anónimo del sistema? ¿Preferimos eso o no? Contradicciones por todos lados…

Cada vez hay más y más formas de escondernos, de prolongar. Supongo que dejó de haber una línea algo predecible de cómo se dan las cosas, porque ahora con la tecnología, todo puede desenvolverse de la forma más inesperada. Quizás un día, chau, desaparece. O quizás, quizás … (se los dejo a su imaginación).

Tampoco quiero ser una fatalista de la tecnología, porque crecí con esto. No conozco otra panorama entonces, si bien hay cosas que cambiaría, sería de hipócrita criticar mucho. Es un arma de doble filo: complejizó todo pero también lo facilitó, porque ahora tenés más formas de hablar con alguien, de encontrarlo (más si tenes un Ph.D. en stalkeo). Que haya una comunicación o conexión más real depende de las personas, y de si tiene que ser o no. Pero sí insisto en que no tenemos que analizar todo hasta volvernos locos, porque no tiene sentido. En definitiva, quien quiere hacer algo, lo hace.

Este fragmento pertence al film Simplemente no te quiere.

 

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