Silvia Gómez Giusto, en lo que se refiere al teatro, hace – o ha hecho – de todo. Multifacética, un camaleón en constante transformación: actriz, bailarina, profesora, coreógrafa, directora artística y curadora de festivales… un camaleón que muta pero que hoy se identifica más que nada como dramaturga y directora teatral. Tiene dos obras de mucho éxito en cartel en este momento, India (escrita, dirigida por ella, donde también actúa, ganadora del premio ARTEI 2016) y Un hombre con gafas de pasta (que dirigió). Para participar del sorteo y ganarte 2 entradas para ver India, enteráte como al final de la entrevista. Mientras tanto, preparen el mate porque Silvia nos cuenta cómo es que empezó todo este camino…
Contanos cómo llegaste a donde estás hoy.
Mi camino empezó en la danza clásica junto a Estela Erman, una bailarina argentina. Ella fue mi primera ídola, una ídola desconocida para la mayoría pero para mí era la primera vez que podía disfrutar tan de cerca a una intérprete excepcional. Me enseñó muchísimo, fue mi primera directora y con ella entendí que de eso quería hacer mi profesión. Con ella bailé por primera vez profesionalmente en un escenario a los 17 años. Luego el lenguaje de la danza clásica caducó en mí y apareció la danza contemporánea, donde sentía que podía comunicar lo que en ese momento – en mis veintitantos años – tenía para decir.
Andrea Servera y Fabiana Capriotti me invitaron a integrar una compañía independiente de danza contemporánea. Nos llamábamos Iguanas. De alguna manera, dejamos nuestra huella en la danza de los noventa en la Argentina.
Siempre sentí que debía estudiar y lo sigo haciendo. Me iba formando en actuación, canto, contact improvisation, dramaturgia y tantos cursos, becas y seminarios con maestros maravillosos. Estoy agradecida de haber encontrado siempre lugar en proyectos creativos con artistas y lugares muy grosos. Desde el Centro de Experimentación de Ópera del Teatro Colón, a las producciones del Teatro General San Martín, a trabajar con Vivi Tellas, Andrea Garrote, Agustina Gatto, Mariana Chaud y otros.
La danza contemporánea se agotó para mí y por suerte muté hacia algo que venía construyendo. Empecé a trabajar como actriz y en el 2008, cuando me encontré por primera vez perdida profesionalmente, empecé a escribir y desde entonces es lo que hago, con lo que me identifico.
¿Supiste siempre que querías trabajar en el mundo teatral o fue una sorpresa? ¿Epifanía o proceso?
La duda respecto a la “profesión” no existió en mi vida. Siempre supe que el teatro y la danza era donde me interesaba aprender, experimentar, trabajar. Eso sigue tan latente como en la infancia con todas las mutaciones – por supuesto – que uno va teniendo como artista con el paso del tiempo.
¿La creatividad formó parte de tu infancia?
Desde niña bailar, ir a mis clases de expresión corporal, de pintura o museos eran ámbitos donde me sentía a gusto, con cierta sensación de placer y de protección. En esos lugares sabía que estaba a salvo.
¿Tu familia estaba involucrada con el arte? ¿Cómo entraste en contacto con el teatro?
No tengo familiares directamente involucrados al teatro pero sí mis papás siempre estaban muy cercanos al arte. Desde chiquita, la visita obligada de todos los años era la del Museo de Bellas Artes y el Museo de Quinquela Martín. Sí me llevaban a ver a Jorge Donn, que era mi ídolo de danza. Es rarísimo. Mi papá siempre contaba que él actuaba y que le gustaba, y mi mamá bailaba – era bailarina de flamenco -. Lo dejó porque su padre se lo prohibió. Era “de prostitutas” bailar, entonces se lo prohibió. Sí hay algo de la intención de ellos de hacer algo artístico que no se cumplió pero que por suerte lo pude hacer yo. *risas* Me inculcaron que el arte es uno de los trabajos más liberadores.
¿Y te apoyaron siempre en tu carrera?
En realidad, no. Recibí el mismo discurso que recibió mi mamá. Cuando terminé el secundario, mi papá me preguntó: “¿Vas a seguir levantando la pata o vas a estudiar algo?” Pero al mismo tiempo era muy tierno: siempre me fueron a ver a todo, tenía en su escritorio todos los programa, notas de diario recortadas. De hecho todavía quedó pegado alguno del 95, de cuando bailé por primera vez… A mi mamá también le preocupaba, más que nada el hecho de que iba a sobrevivir y no vivir. Me sugirió: “¿Por qué no estudiás como maestra “- ella era maestra – “así trabajás medio turno y te dedicás a lo que te gusta?” Por suerte fui bastante cabeza dura y me dediqué a full a lo que me gusta. El miedo a no querer que lo haga era miedo a no poder vivir de eso.
¿Tuviste que tomar algún riesgo para llegar a dónde estás?
Creo que no paro de tomar riesgos. Hacer una obra tiene algo de caminar por una cornisa, nunca existe el “lugar seguro”. Quizás esa sensación de riesgo es el tipo de adrenalina que a mí me cabe para vivir. Otros quizás la encuentran siendo corredores de bolsa, enfrentándose a 30 niños en un aula, despegando un avión, yendo a las chapas en su nuevo auto porque quizás en su trabajo no se sintieron tan vivos, no sé. Yo escribiendo, ensayando cuando empieza una función siento que estoy pegando un salto al vacío.
¿Tuviste momentos difíciles, rechazos?
Sí, todo el tiempo. Exponer y concebir tu obra implica pequeñas crisis que aparecen en cualquier momento pero adjetivarlas como “pequeñas” me ayuda a saber que voy a salir de ellas y que son lugares por los que tengo que pasar. No existen procesos limpios, sin manchas, para mí. Cuantas más cosas pasan, más descubrimos, a mi entender. Y rechazos también los hay. Es imposible gustarle a todos, o bien podríamos trabajar para el gusto de otros pero esa no es tarea para el arte.
Antes mencionaste que te sentiste perdida profesionalmente en el 2008. ¿Qué pasó?
Había hecho en una obra de mucho éxito, un varieté, durante más de dos años y medio. Fue de una intensidad importante por lo cual no hice muchas cosas aparte. Cuando se agotó, como creadora quedé perdida, sin saber si estaba lista para actuar, bailar. No sabía por dónde contar lo que quería contar. Incluso tuve el agotamiento de pensar: no tengo nada para contar. Hubo un blanco… hasta que empecé con la escritura. Quizá porque siempre fui muy apasionada – de decir: quiero hacer esto, lo voy a hacer y voy a probar todas las formas de conseguirlo. Esa claridad te organiza. Y en ese momento no sabía por qué jugármela. Empecé a escribir con el primer taller que hice, lo empecé porque estaba en ese vacío pero tampoco sabía si la escritura era lo que buscaba… pero lo era, claramente. Eso fue lo que me salvó. En ese lugar de estar perdida, el probar desinteresadamente. No tenía ningún objetivo. No sabía que se iba a transformar en algo tan esencial para mí.
¿Tuviste algún mentor?
Desde que escribí mi primer obra en el 2010 siento que Javier Daulte es ese maestro que quizás se nos presenta una sola vez en la vida. Le mostré la obra para que me dé una opinión. Me sorprendió su generosidad para dedicarle tiempo a hablar sobre lo que estás haciendo. En todo encuentra algo valioso. Todo el tiempo trata de ayudarte a hacer foco en que tenés algo y que tenés que confiar en que si lo escribist es porque ahí adentro hay algo. No para de hacerte trabajar hasta que lo encuentres. Tiene una energía que te da mucha confianza. También te hace ver que te tenés que hacer cargo de lo que estás contando, de no alivianarlo, no pasarlo por arriba o no negarlo.
¿Qué importancia creés que tienen los estudios formales (escuela, universidad, cursos, etc.) en un área artística?
Creo en los estudios formales pero no como único método para las distintas expresiones artísticas. De hecho, no he realizado ninguna escuela formal y eso no me ha impedido desarrollarme como artista. Eso sí, creo que uno debe estudiar todo el tiempo, estar en una posición de aprendizaje constante.
¿Has tenido que trabajar gratis alguna vez o por muy poca plata? ¿Cómo se traza la línea entre hacerse conocer y hacerse valer en términos económicos?
Siempre trabajé de lo que soy. Como docente o artista, he vivido de lo que sé hacer. Por momentos los términos económicos son muy buenos y en otros ni siquiera existen, pero la pulsión de la obra siempre es más fuerte exista o no un marco que la sustente y la vuelva redituable.
En tu propio recorrido, ¿cuánto fue el balance entre esperar un trabajo y vos poner en marcha tus propios proyectos?
Siempre fui de la postura de hacer mis proyectos más alla del pedido externo, sin especular por la mirada de los otros hacia lo que uno hace. Creo que hay que estar conectado con lo que uno quiere hacer, el resto viene solo o justamente viene por la fuerza que hay en ese deseo creativo por hacer eso que alguna parte de nuestro ser necesita casi como una cuestión de vida o muerte. En mi recorrido todo fue mezclado, no hubo una cosa primera que la otra.
¿Qué se necesita para ser un director?
Una creencia loca para invitar a otros a jugar un juego que no sabés muy bien cómo se juega pero creés que hay que jugarlo y que va a ser una gran aventura.
¿Y un dramaturgo?
Esto sí que no sé qué decir… Por ahora puedo decir que debe ser una necesidad inevitable, que no puedo contar o expresarme artísticamente si no es a través de esta forma de escritura.
¿Qué es lo que más te gusta del teatro?
Que cada función sabés que se contará la misma historia pero nunca sucederá de la misma manera.
¿Cómo influencia Argentina a tu trabajo?
Hay una buena y una mala. La mala es que Argentina exprime a fondo tus capacidades creativas para hacer teatro sin recursos y encima se llena la boca comunicando al mundo que tenemos las producciones más valiosas artísticamente de toda Latinoamérica. La buena es que la falta de recursos no achata ni quita esplendor a nuestras producciones. No nos paraliza la falta de apoyo gubernamental.
¿Qué proyectos tenés en mente?
Estoy en proceso de escritura de mi nueva obra, Los jóvenes.
¿Cuál es tu mayor aspiración profesional en este momento?
Es un poco pequeña quizás, pero seguir escribiendo todo el tiempo y poder dedicarle más y más. Seguir trabajando con actores que me gustan, que me interesan, que hacen que lo que escribo se vuelva más atractivo. Uno está copado con su material, pero cuando aparecen actores con los que vas a trabajar y que son buenos y talentosos la obra revive. Es un lugar de mucho placer para mí trabajar con ellos. Me encantaría escribir un guión de cine, que me parece muy difícil, pero quién sabe…
¿Qué le dirías a alguien que quiere hacer lo mismo que vos o que quiere convertir su arte en su trabajo?
No pierdas de vista lo que querés hacer. Creo que solo uno puede hacer que eso suceda.
¿Estás satisfecha creativamente?
La idea de la satisfacción le da un final a un estado que deseo esté hambriento siempre.
El sorteo terminó. ¡Gracias a todos los que participaron!
Muchísimas gracias a Lucía Villanueva por toda la ayuda y asistencia en esta entrevista.
Anoche vimos la obra INDIA y nos encantó…. muy profesional
– muy bueno: lLos cambios de escenario y la rapidez con que se lograron.. Es verdad que tiene tintes cinematográficos ….. grandes actuaciones. Nos hicieron reir y pensar.
Gracias PAC por revelarnos a esta gran dramaturga multifacética..