Amamos España, solo eso. Pa’ que quede claro.
Querida Clotilde:
¡Estoy en Sevilla! ¡Llegué, al fin! Ya no más estar dando vueltas, al fin puedo estar asentada en un lugar y sentir que es mío. Y no sabés lo que es, no puedo explicarte. Llegamos a la tarde, y solo pudimos salir a investigar a la noche, pero creo que fue lo mejor que pudimos haber hecho. Conocer Sevilla de noche, con su iluminación tenue, y con esa magia que solo existe cuando el sol desaparece. Acá no hace tanto frío, como allá en París o en Madrid, así que salir a caminar es más tentador. Fuimos a recorrer qué onda esta ciudad que no conozco ni un poquito y me sorprendió. No sabés lo sorprendida que estoy. ¡Sevilla es linda! Es más que linda, ¡es divina! ¡Elegí bien, Clo! ¡Sevilla me encanta!
El día que llegamos no estuvo exento de obstáculos. Llegamos justo para la firma del contrato del departamento, gracias a Dios estaba con Mecho porque si no, sola no podía. ¡Qué nervios! ¡Un contrato! No me puedo imaginar vos cómo hiciste, estando sola y en un país de otro habla. A la salida, tuvimos nuestro primer (¿y último?) encuentro con la policía, que estaba multando el auto de Ichi – nuestra amiga sevillana que se ofreció tan dulcemente en llevarnos y traernos – por habernos pasado del plazo de tiempo de estacionamiento. Zafamos de una multa de setenta euros por un pelín. No puedo sacarme la imagen de Mechi corriendo dos cuadras para llegar a tiempo y convencer al policía. Fue bastante gracioso. Yo la seguía más atrás, tranquila, caminando con mi valijita. Y finalmente, después de todo eso, cuando llegamos y arrastramos las valijas adentro de nuestro edificio, nos quedamos encerradas adentro con las llaves puestas del lado de afuera. No me preguntes ni cómo las recuperamos. Ya ni me acuerdo.
Estamos ubicadas muy bien, tenemos todo a unas cuadras. Todo se puede hacer caminando acá. Las callecitas están iluminadas por faroles que dan una luz amarillenta, cálida, entonces siento que me transporta a otra época. Me gusta porque es bien diferente a Buenos Aires, estar acá me hace sentir en un lugar distinto. Quiero que la gente nos venga a visitar, que se sorprenda de Sevilla tanto como nos sorprendió a Mechi y a mí. ¿Cuándo venís?
La catedral
Ayer fuimos al supermercado e hicimos nuestra primera compra grande. Tuvimos que apurarnos porque en el medio de nuestra compra empezaron a cerrar las góndolas porque estaban preparando para cerrar el local. Eran las tres de la tarde. El horario de la siesta es inquebrantable acá. Más importante aún: ¡pudimos cocinar! Clotis, ¡cociné y no me prendí fuego! Quién sabe, por ahí la cocina y yo nos llevamos bien. Después te cuento qué onda, si nos seguimos llevando bien dentro de unas semanas.
A la noche nos dimos cuenta de que nos habíamos olvidado de comprar papel higiénico y otras cosas bastante fundamentales, asique volvimos a ir al súper, y nos terminamos comprando unos cuantos lujos (para nosotras argentinas, pero no tan lujos para los que viven acá). Solo quiero decirte que hoy almorzamos pan de campo con salmón ahumado, queso brie, Philadelphia, paté ibérico y jamón serrano. Como dirías vos, mi Clotilde, una fiesta. Me divirtió mucho ver qué cosas elegíamos y qué no. ¿Llevo cereales, no llevo cereales? ¿Como cereales, yo? No sé, pero las cosas así chiquititas son las que más me entretienen. Puedo hacer lo que quiera, y esa libertad se traduce desde las cosas más pequeñas – como elegir qué mierda llevarme del supermercado – a las más grandes. Qué linda esta oportunidad. Qué afortunadas somos, ¿no? Me siento tan afortunada.
Ya me puse a lavar algunas cosas también, aunque a mano. Todavía no sé cómo funciona el lavarropas. Tendría que googlearlo, porque es bastante moderno y muy probablemente le haga algo si lo toco. Hoy a la mañana se me derritió el mango de la cafetera tratando de hervir agua así que mejor una cosa por vez. La única fiaca es que voy a volver a Buenos Aires y no voy a poder disimular que sé cómo lavar (si es que Google tiene algo para decirme, claro). Mi vieja y mis hermanas van a saber hacer uso de eso.
Espero que vos andes bien. Sé que estás instalada en tu París desde hace semanas, pero yo acabo de llegar y lo estoy viviendo todo recién ahora. Esta semana empiezo la facultad. No sé nada al respecto, excepto el número de colectivo que me lleva hasta allá. Estoy tranquila igual. Salimos ayer a la noche, a una calle que bordea el río Guadalquivir (la versión sevillana del Sena) y que está llena de bares. Había gente de todas partes, inclusive yanquis, y todo el mundo súper abierto a conocer. Además, un barman nos regaló un shot a cada una – “un chupito del amor”, más espuma y granadina que otra cosa, pero me lo tomé como un buen presagio. Nos va a ir bien.
El domingo llovió todo el día, y el viento sopló tanto que nos convenció de quedarnos en casa, apachuchadas, preparándonos para lo que se nos viene esta semana. Esto de ser grande es divertido. Igual… me agarra una tristeza – mínima, mínima, no te preocupes – porque me doy cuenta de que lo que voy a vivir estos meses va a ser mío y de nadie más. Es mío. Las personas que más quiero en el mundo no van a estar conmigo, y si se enteran de mis experiencias, va a ser por eso: porque se los conté. Pero soy yo sola, ahora. Es una tristeza linda, más que nada nostálgica, creo. Es darse cuenta de que es parte de crecer. ¿No? Que cada uno hace su camino, y si lo comparte, es porque decide hacerlo. Pero somos solo nosotros con nosotros mismos. Personas que amo y que dejé en Buenos Aires no van a conocer mi cuarto sevillano. Puedo dibujarles planos del departamento, mostrarles fotos de la cocina, o hacerles un tour por Skype, pero no es lo mismo, no lo caminan como lo hago yo. En unos años, cuando hable de este departamento, voy a ser la única de mi familia que lo haya conocido. Va a ser mi recuerdo, y de nadie más.
No sé. Son cosas que ando pensando en este domingo de lluvia. Qué bien estar haciendo este intercambio. Es como un proceso de interiorización constante. Estoy aprendiendo tantas cosas, del mundo y de mí.
Espero saber de vos pronto, pronto. Te quiero tanto, negrita de mi corazón, y te mando corazones voladores desde España a Francia.
Sharuela
P.D.: No me traje fernet. Me quiero morir. No puedo explicarte CÓMO ME QUIERO MORIR. Mi vieja me convenció de que se me iba a explotar en la valija, y yo le hice caso. No se lo perdono. (No me lo perdono.)
Callejonzuelos iluminados por faroles
Espectacular!!
Shari se me caen las lárgimas! Qué lindo es revivir todo y volver a sentir Sevilla! Seguí escribiendo que estás haciendo feliz a personas que ni conoces! Besoss!! Vas a tener que cambiar al fernet por la cruzcampo o la sangría, no queda otra! No es lo mismo pero es por un tiempo. De acá no se va a ir el Branca
Fantástico Shari. A mi también se me caen las lagrimas. Nunca mejor dicho: Sevilla es divina! Andá a la Biciletería, un bar de unos argentinos. Ahí vas a tomar fernet. Pero solo cuando estés melanco, por que cuando estés en Bs As vas a extrañar la sangría.