Hay muchas cosas que suenan mejor en la teoría que en la práctica. Me corrijo, en la práctica me parecen espectaculares, las apoyo a muerte, pero todavía falta que se avalen un poquito más, al menos entre determinadas personas.
¿Qué pasa si te invito yo salir? ¿Por qué no da si soy mujer? ¿Ese es tu lugar? ¿Y si a vos nunca se te hubiese ocurrido?
Las cosas cambiaron; pareciera que hay un tiempo para el histeriqueo incesante pero… ¿y después? ¿Qué hacemos con ese ida y vuelta interminable de silencios rellenados con suposiciones? ¿Por qué no puedo proponerte hacer algo, así, de la nada? Lógico que el contexto influye, y si decido exponerme, mandarme, es porque en mi consciencia tiene sentido… Aunque también es verdad que muchas veces un impulso totalmente irracional y mando porque necesito sacarlo de mi sistema.
Creo que cada vez las “reglas” son más laxas, pero escribo esto porque no deja de sorprender cuando digo que sí invite a salir. No sé si a gente de mi edad (aunque obvio que existe el “wow, buenísimo pero a mí no me da hacerlo”), pero mi vieja seguro tiene un parámetro totalmente diferente de cómo se tienen que dar las cosas. En sus ojos – para usarla como ejemplo – yo debería ir a casamientos o eventos sociales afines y esperar ahí para conocer a alguien (parece Downton Abbey). Gracias, pero no. Yo elijo ser del siglo XXI y manejarme de otra manera, que es en definitiva la que me nace a mí.
Incluso me pasó ayer, cenando con una íntima amiga, que me dijo que le avisara antes de que decidiera inmolarme de nuevo. Me río, lo entiendo (porque cuando me pongo algo en la cabeza, la palabra “estrategia” pierde toda razón de ser), pero no lo veo así. Siento que cuando envío un mensaje totalmente inesperado, me alejo del gris.
Yo sí invité a salir, y los resultados fueron variados. Una vez fuimos a escuchar una banda, y la pasamos bien. Le mandé el mensaje con total naturalidad, y nos divertimos, aunque también sentí nervios devastadores y ganas de tirar el celular por la ventana mientras estaba esperando a que me contestara. Otra vez me cancelaron, y no, no me sentí mal. Obviamente hubiese querido que la respuesta fuese otra, pero en el momento de apretar “SEND” sentí un alivio total. Estaba cansada de esperar y esperar a recibir un mensaje que quizás no iba a llegar. Pero lo importante fue que tuve una respuesta.
Yo necesito saber dónde estoy parada, porque sino pierdo el tiempo pensando, imaginando. Lo que sí rescato de todas las situaciones es que siempre – y quizás al contrario de lo que puede pensar mucha gente – me sentí muy mujer. Tuve en claro qué quería y no tuve problema en demostrarlo. Me expuse, con toda la fragilidad que eso implica. Me sentí mujer cuando me arrepentí, cuando tuve miedo y vergüenza, cuando me conquistaron los nervios. Todo es aluvión de sensaciones es parte; negarlos sería mentir.
Las cosas cambian; al menos hoy, a mí, este tipo de cosas, me hacen sentir mujer. Como también que me regalen una flor, o que dividamos la cuenta. Será porque esa sensación pasa por otro lugar, por la actitud, no por los roles.
P.D. Hasta wikiHow apoya la moción. Amo Internet.
Genia!