Génova es rara.
Los folletos turísticos dicen que es donde nació Cristóbal Colón, que su centro histórico es el más grande de toda Europa, que su puerto es el más importante del país… pero cada vez me importan menos las guías y las formas en las que venden lugares.
Voy en búsqueda de otra cosa.
¿Qué es Génova? ¿Cómo es? ¿Qué late adentro suyo? Hay tantas opiniones como habitantes pero busco ese algo común en las interpretaciones. Me entusiasmo ante el desafío de desvestir a una ciudad de la que no escuché tanto, de armarla como yo quiera.
Se dicen muchas cosas sobre Génova. No se cumplió un mes desde que llegué y mis impresiones sobre el lugar que elegí para vivir este tiempo fluctúan cada día (por suerte, hasta ahora siempre buenas). Una vez leí que toma seis meses siquiera empezar a conocer una ciudad porque los meses previos no cuentan.
Soy nueva así que es esperable que me cueste entenderla. Pero incluso así, creo que Génova es una ciudad que no se deja rotular con facilidad, ni ante a mí ni ante a nadie. Una chica belga que vive acá hace un tiempo me dijo algo que me dejó pensando: que esta es la única ciudad italiana grande que está a salvo de la contaminación turística. La vida italiana acá – sus rutinas, sus costumbres, sus comidas – siguen siendo cien por ciento auténticas. Aunque no estoy segura de la primera parte de lo que dijo – de que no hayan más ciudades libres del maremoto turístico -, sí coincido con la segunda: que la vida que se despliega alrededor es genuina.
La cola de personas que esperan para comprar su pedazo de focaccia, el café espresso que se toma de pie sobre la barra de un café después del almuerzo (o a cualquier hora), las motos por todos lados (sí, las Vespas también), la ropa interior y las sábanas que toman aire desde las ventanas, el rallador de queso y el parmesano sobre la mesa durante la cena en reemplazo del paquete de queso del supermercado rallado al que estoy acostumbrada… todo es tano tano tano.
La primera vez que vine, un año atrás, caminaba con el mar de un lado y las trattorias, los colores pasteles, las toallas respirando sobre los edificios y le decía al Tano:
– No lo puedo creer. ¡Es como estar en una película!
Estaba en el set de la película de Cinema Paradiso y nada de lo que me dijera el Tano me convencería: esto no podía ser real. Gente de carne y hueso no podía vivir así. Era el estereotipo de Italia en frente mío, pero sin luces y sin cámaras en ninguna parte.
Esa paradoja – de que mi primera reacción fuera esa, de life imitates art y no al revés– me sigue dando vueltas en la cabeza hasta hoy. Agradezco poder espiar esta porción de vida ajena y saber que no es una maqueta turística puesta ahí para que yo – turista, extranjera – la vea, la fotografíe. Agradezco que no hayan llegado los grupos turísticos a cambiar las reglas de convivencia. Por las calles escucho a parejas, amigos y personas que hablan por teléfono y todos tienen algo en común: hablan italiano.
Pero no es por esto que es rara. Génova es rara porque está llena de particularidades. De cositas.
Una es su geografía y como determina la ciudad en todo sentido: Génova está aplastada entre las montañas y el mar. No es tan grande – tiene menos de seiscientos mil habitantes – pero lo disimula más porque está estirada: es larga y angosta.
Esta condición geográfica – el sándwich entre el mar y montaña – hace de la ciudad un subibaja. Escaleras peatonales, ascensores o furniculares, una autopista que divide el cielo y que atraviesa el puerto, edificios vecinos en desnivel sobre las colinas… Acá, si no tenés moto o usas el transporte público, te morís. Y olvídate de la bici.
El Tano me cuenta con orgullo que aunque Génova esté en el norte de Italia – entiéndase: precisos, serios, responsables, fríos – los del sur le tienen un especial cariño, un sentimiento de fraternidad, la creen un enclave del sur en el norte. Y aunque esté a menos de una hora y media en auto de Milán, la distancia entre ellas se siente simultáneamente más chica y más grande. Más chica porque viajar hasta Milán es común: para tomarse un avión, reunirse por trabajo o salir de joda. Más grande porque los acentos, las rutinas y las personalidades son diferentes. Incluso las regiones: Génova lidera la de Liguria y Milán la de Lombardía.
Además, ¿cuánta gente sabe dónde queda Milán?
¿Y cuánta dónde queda Génova?
En esas respuestas también hay algunas claves del recelo.
Los genoveses son orgullosos de lo que es suyo – el pesto (dios mío, el pesto), el puerto, el mar – y no quieren doblegarse ante nadie, menos que menos a las luces de Milán que parecen encandilar al resto del mundo.
Otra peculiaridad de Génova son los vicoli. Un laberinto en pleno centro que crece hacia arriba y deja a la vista algunos arañazos de cielo. Son pasadizos oscuros y angostos por los que es fácil perderse y que no siempre llevan a algún lado. Otras veces sí y terminás frente a una iglesia que no hubieras encontrado de otra forma y que ni los genoveses conocen, porque para ellos también esta zona esconde misterios.
Si es la primera vez que venís, no te tentaría entrar. La pinta te daría miedo: todos los síntomas de película de terror están ahí. Pero si sos valiente o tenés un guía local o sos más inteligente que yo y el resto de la humanidad y sabés que no todo es lo que parece, intuirías que con suficiente cuidado y atención, el laberinto de los vicoli es uno de los lugares más interesantes de Génova.
Hay vida en los vicoli: mucha vida. Restoranes, locales, piazzas, edificios residenciales, cafés, verdulerías, pescaderías, agencias y oficinas de trabajo… Las calles más amplias y luminosas también alojan colegios o universidades. La mafia, la droga y la prostitución también están en los vicoli pero no necesariamente en los pasadizos más oscuros. La lógica es buena guía pero no aplica cuando se trata de Italia (ni de Argentina). A cien metros de la avenida más turística e importante, bañadas en la luz del sol de las dos de la tarde, algunas mujeres con mucho escote y tacos altos charlan entre sí o juegan con el teléfono mientras esperan clientes en las esquinas.
Como la ciudad crece para arriba, no es raro que dentro de un mismo edificio en los vicoli convivan diferentes grupos sociales. Los que viven en los pisos más altos – que pueden pagar la cercanía al cielo y a la luz – no comparten mucho con los que viven en los pisos más bajos, que además del alquiler pagan por el ruido, la inseguridad y la oscuridad.
Vivir en un lugar es siempre diferente a conocerlo estando de viaje. La primera impresión que tuve cuando vine hace un año no es la misma que tengo ahora y no va a ser la misma que tenga dentro de un mes, dos, siete. Cuando tenés un calendario finito para conocer un lugar, vas de un lado a otro sin tomarte el tiempo ni la posibilidad de ver cómo es que los paisajes cambian: solo los ves ya cambiados. El ritmo de vida si estás instalado es diferente. Podés tomarte esos lujos: caminar en vez de volar de un punto histórico a otro, ver con tus ojos cómo es que el puerto se convierte en vicoli o como un barrio se transforma en otro.
Lo que parecía ser una masa homogénea se va desintegrando.
Viajar, en ese sentido, es un cuchillo de doble filo: hermoso, pero falso. Las primeras impresiones nunca son las verdaderas.
¿Qué es Génova entonces? ¿Los vicoli? ¿El puerto? ¿Su pasado ilustre? ¿El pesto, la focaccia? Me recuerda a Buenos Aires en el sentido de que no es una ciudad linda, pero porque es un caos que se hace querer. Génova no es el estereotipo de linda pero es feroz e intrigante y eso me vale mil veces más. Lleva tiempo convencerla a que se abra. Solo queda soltar los remos y dejarse ir a donde sea que la marea y el ritmo de la ciudad y su gente – italiana hasta el cuore – te lleven.
Muy bueno shaps! Ya quiero ir a visitarte y recorrer esas calles (cof, comer, cof)…
Genial lo tuyo vas a algún taller de escritura?
El 1* q leí se lo reenvíe a mis amigos EN VI DIOS OS
hermoso lugar
Grazie. Grazie. Grazie. Genova si nasconde, perché vuole essere vista solo da occhi come i tuoi.
Grazie a te, Matteo! Hai capito lo spagnolo? 🙂
Que buena descripcion!! En 1 año aprox me gustaria irme a vivir. Que me recomendarias en cuanto a lo laboral. Ya sere ciudadano italiano para entonces.
Saludos desde Santa Cruz. Argentina