Dani Shapiro, en su libro Still Writing, dice que hay 3 tipos de escritores: los vomitadores (que escupen todo lo más rápido posible antes de que se les escurra), los saltadores (que se lanzan de un tema a otro) y los lineares (que trabajan de principio a fin, de forma cronológica).
Yo soy una vomitadora total. Mi juego, al escribir, es tratar de ganarle a mi cerebro y dejar por escrito la mayor cantidad de palabras e ideas posible antes de que llegue el controlador – mi mente racional – que juzga todo lo que escribo. Una vez que llega y se pone a monitorear, perdí. No puedo seguir. Dejo el cuaderno (además de ser vomitadora, escribo siempre a mano) y me voy a dar una vuelta.
Los vomitadores escupimos rápido porque sabemos que esa es la forma que tenemos de conectarnos con nuestro inconsciente. Escupí, rápido, que no hay riesgos, que nadie te lee, vamos, conectate con lo que hay debajo, con el río subterraneo, que fluya, vamos, vamos, dale que llega, ¡dale que llega! El único miedo es que el controlador, cuatro pasos atrás mío, me atrape. No puedo titubear. La mano sigue, llena líneas y líneas, hace flechas, tacha, sigue y corre porque no puede darse el lujo de perder el tiempo.
El controlador lo arruina todo, porque al escribir el consciente destruye. Priva al texto de cualquier destello auténtico y real. Aprendí que las mejores frases y las mejores ideas que escribí salieron siempre de ese primer impulso, de la mano en plena carrera, cuando el controlador miraba – distraído – a otro lado.
Escribir es muchas cosas. Es también una forma de saber cómo escapar de la exigencia.
Eso no significa que lo que salga de una, el escupitajo, valga la pena por sí solo, porque no. Oh no, no, no, no. El primer borrador es eso: un borrador que nadie – ni mi mamá que es mi fan número 1 – debería leer. La única función que tiene un primer borrador es existir. Lo repito porque esta idea vuela cabezas: la única función que cumple un primer borrador existir, no que sea perfecto o publicable así como está. Solo que exista y que ocupe un lugar donde antes no había nada.
Dentro de ese choclo hay algo que brilla, algo muy chiquitito pero que tiene fulgor. Hay que limpiar el polvo, meter mano en ese pantáno y revolver hasta encontrar lo que hace luz, y a partir de ahí, pulir. Y pulir y pulir y pulir.
Cuando teníamos 7 años, mi amiga María vino a casa y jugamos a las canicas sobre el piso de madera de mi cuarto. María no había jugado nunca antes y, no recuerdo ni entiendo cómo, se tragó una de las canicas. Desesperadas, corrimos en busca de Loreta. ¡Mamá, María se tragó una canica! ¡Salvala o no no la van a dejar venir nunca más!
Pero mi mamá dijo la cosa más rara: que no era grave. Que la canica saldría por algún lado, que probablemente María la vería en el inodoro dentro de poco.
Buscar lo que brilla en un primer borrador es como buscar en el inodoro a esa canica. Tomarse el tiempo de buscarla, esperar antes de tirar la cadena, prestar atencion. Pero más que nada: confiar en que el brillo esta ahí en alguna parte.
Todo lo que entra sale, metafórica y literalmente. Trato de asegurarme, entonces, de que lo que entre (libros, series de TV, películas, conversaciones, ideas, preguntas, viajes, etc.) sea bueno: que esté bien hecho, que sea de calidad y que eleve. Si lo es, lo que sale tambien tendrá ese nivel.
Esa es mi forma de escribir. Lo vomito todo y después limpio el enchastre para encontrar la canica.
¿Y ustedes? ¿Qué tipo de escritores son: vomitadores, saltadores o lineares? ¿Cómo es su proceso?
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Me encantó!
Coincido totalmente : uno puede elegir sus ingredientes y si son de calidad , también se notarà en tu obra …!!YA se nota!!
Pd: Loreta consultó con un doctor antes de verla
Ahogarse a María…… 😉
Muy ilustrada la parábola de la canica. Muy bueno el post y sí, yo creo ser vomitador también, el problema es que después, en la revisión, las dudas me invaden y la idea inicial, que parecía muy buena, comienza a ser una pequeña isla enfrentándose a un tsunami de raciocinio anti artístico.
¡No! Yamid, si sos tan duro con vos mismo, no va a sobrevivir nada de lo que escribas. Una de mis autoras favoritas (Elizabeth Gilbert) dijo una vez que el primer paso para escribir o hacer hacer no es tener disciplina, sino tener autocompasión.
El primer paso es el de saber perdonarse. Una vez que se parte de ahí, todo mejora. 🙂