Mapeando Granada

Dale limosna, mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada” lee un azulejo de la ciudad, palabras de un tal Francisco A. de Icaza. Coincido, Francisco: no debe haber muchas cosas peores.

Granada

La Alhambra y el resto de la ciudad, esparcida alrededor
 

El viernes 28 – último día de febrero – madrugamos para ir a Granada. Me calcé la cámara al hombro, la mochila a la espalda y salimos literalmente corriendo (qué mal estado físico tengo, Dios) de la casa a las 7.35 de la mañana, plenamente conscientes que el bus salía en diez minutos de la estación. Llegamos perfecto. (Perfecto es un poco exagerado. Llegamos.)  ¡Qué entusiasmo! ¡Mi primer viaje!

¿Qué decir sobre una ciudad que visité por un día? ¿Puedo hablar de ella, tengo la autoridad? Me voy a tomar esa libertad y hablar sobre mis primeras impresiones de Granada. Granada me quiso. Sí, sí. Lo presentí en su clima medido -nubloso pero no tanto, fresquito pero un toque cálido-. Lo presentí en la puntualidad de los buses que necesitábamos tomarnos, en los lugares baratos de comida que encontramos, en las personas acertadas para preguntar cuando no sabíamos algo, en la suerte de conseguir entradas para la Alhambra un viernes feriado. (Según Wikipedia, este palacio-fortaleza es el monumento más visitado de España, asíque no fue una hazaña fácil.)

Las fotos pueden hablar mejor que yo cuando se trata de expresar lo que es este monumento: yo no tengo palabras. (Hasta el baño que había era increíble. También le saqué fotos.) Si salieron bien, es únicamente porque con ese lugar es imposible que salga algo menos que espectacular:

Alhambra

 
Alhambra 2
 
 
Alhambra 3
Atisbos desde dentro de la Alhambra. Solo unos pocos de muchos. SUSPIRO. QUÉ MAGIA POR FAVOR. Las estrellas en la foto de la izquierda son los agujeros en el techo por donde se filtraba la luz en algunos de los baños reales
 
 

– Una pregunta. ¿A cuánto estamos de… de… hay, siempre me olvido, de… Azerbaiján? – le pregunto al chofer del autobús, mientras todos los viejitos que tengo apretados alrededor mío dejándome lugar para hablar me corrigen a coro: “¡Albayzín!”.

– ¡Albayzín! Qué horror. Albayzín. ¿Cuántas paradas?

– No os preocupéis, nos bajaremos todos allí – me responde una de las viejitas, aplastada contra la ventana.

Así que esperamos, mientras charlábamos en español con una alemana, en el bondi apretado apretadito, hasta que los viejitos se bajaran. Esa era nuestra señal.

En general tengo muy buena memoria, pero hay algunos casos excepcionales donde la memoria no solo se me chispotea, si no que directamente deja de funcionar, tal es el corto circuito. Aprenderme el nombre de “Albayzín”, un barrio antiguo de Granada, fue imposible. Tengo que googlearlo incluso ahora, cada vez que lo escribo, porque no logro retenerlo. Se me escapa. Quizás es porque quiere ser parte de un recuerdo fugaz, donde fue protagonista de una tarde llena de risas, de cuatro chicas perdidas entre sus calles, de sus cánticos (¿aullidos?) en una plaza. Perdón Alzybián, digo Albayzín, no creo olvidarme de esas memorias tan fácilmente. Prefiero pensar que si me olvido de tu nombre es porque me deslumbraste en tus formas, y que el nombre que tengas es indistinto.

Las calles de este barrio musulmán, ubicado en las sierras, son laberínticas, angostas, circulares. Tratamos de seguir las indicaciones que nos marcó un policía en un mapa pero tuvimos que desecharlo al rato después de darnos cuenta que en la última hora no habíamos hecho más que dar vuelta en círculos. Para recorrer Granada, o por lo menos Albayzín, hay que prescindir de los mapas. Sobre todo si el que te dieron no incluye toda la ciudad, no menciona las calles, y las recomendaciones que te trazó el policía se van del mapa a escala y hacen firuletes. La zona de Sacromonte nos eludió completamente. Intentamos encontrarlo con el mapa, pero no. Intentamos preguntar, pero no. Intentamos guiarnos por la intuición, seguir los carteles, en un momento casi estábamos ahí, lo sentí en el alma… pero no. Casi.

Mientras las chicas intentaban darle un poco de sentido a las coordenadas, yo aprovechaba y sacaba fotos a la Alhambra vista desde lejos, con la luz del sol poniente, agradeciendo a los santos católicos y a los dioses griegos de encontrarme allí, en ese preciso lugar y momento. La luz tenue del horizonte, las nubes a lo lejos, de un color turquesa desaturado, el tinte violetáceo del cielo. Todo. Granada coqueta, lista para el click de mi cámara.

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Parece estar desconectada del resto del mundo, como si no existiera Internet ni las comunicaciones ni nada. Me hacía creer que estaba en Grecia a metros del mar, que estaba visitando un pueblo costero que sobrevive de la pesca. Decidí que me podría quedar ahí viviendo unos meses, yendo a la verdulería, saludando a los vecinos, encerrada únicamente en mi propio mundo bello y fantástico que es Granada, tan pintoresco, tan tranquilo, tan bonito. Tan sacado de cuento. (O de novela, o de película. Tan sacado de algún lado. Tan sacado. Punto.) No estuve en Barcelona, no estuve en París, pero estoy segura de que Granada merece pertenecer en esa lista imponente de lugares que hay que visitar, así con itálicas y énfasis en el “hay”.

 

3 comentarios en “Mapeando Granada

  • Contestar Nombre loreta 07/03/2014 at 2:29 pm

    Comentario me encantó ..con tus fotos, me sentí ahí ..recorriendo esas calles angostas,tan bonitas y guiñandole al farol..

  • Contestar den 08/03/2014 at 5:03 am

    Me encantaron las fotos. Especialmente las del castillo, y como dice loreta: me senti ahi. Ya quiero estar ahi! Leer el blog me da las ganas y un hambre de ir ya. YA YA YA!

  • Contestar Michi 10/03/2014 at 11:37 pm

    Uhh! Espero que no diga quienes son sus top 3 de lectoras porque claramente queda en la Flia Bostron! No me pierdo ningun post y veo que las otras muchachas tampoco! jajajaj excelenteeee

    Desde este lado del charco, y con las mismas ganas de descubrir lugares del mundo decidi que vuelvo a casa y compro otro vuelo!! (y una camara)

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