No, yo no cumplo 25. Tengo 24 y no es un número redondo.
Pero leí la lista que escribió Shari para su cumpleaños número 25 y me encantó la idea. Empecé a hacerlo mentalmente y entonces la obligué a que en el post incluyera —así, muy sutilmente— “la invito a Cloé a que haga lo mismo”.
Así que, acá estoy…
14 cosas acerca de mí:
1. Hace un mes Chiara me hizo tía primeriza. Y también madrina . Hasta su nacimiento, fui por 24 años la más chica de mis hermanos y de mis primos entonces definitivamente arranca una nueva etapa, para mí y para mi familia. Es impresionante lo que me provoca; la veo, la agarro y se apodera de mí una ola de amor incontrolable. Tanto te esperamos Charita, y al fin llegaste.
2. Mi conocimiento sobre la religión es casi nulo. Ya les conté que soy armenia, pero quizás lo que no saben es que nosotros tomamos en un mismo día la comunión, el bautismo y la confirmación. Por eso, nunca hice catequesis y apenas sé decir el padre nuestro. En un punto, eso me dio (y me da) la libertad de elegir en qué quiero creer.
3. Me cuesta admitirlo, pero me gusta tener el control de las situaciones. (Y voy a confesar también que incluyo este ítem porque un amigo me la deslizó y tiene razón). Tiene que ver con mi ansiedad y mi autoexigencia; perder el control me hace temblar porque no estoy acostumbrada a que sea así, a “no pensar y dejarme llevar”. No quiere decir que no sea espontánea, sino que muchas veces me cuesta desenchufar.
4. Tengo una cuenta en Tumblr que pocos conocen. Ahí fue donde empecé a animarme a escribir. Cada tanto entro a leer y no me veo tan lejana. La cuenta es “ella_gigante“. Elegí la última palabra por un discurso que dio mi prima en el funeral de mi abuelo. Lo describió así, como una persona gigante, en todo sentido. Desde ese momento que guardé la palabra en mi bolsillo. De alguna manera, fue una de las semillas que me trajo a PAC.
5. Me tiré de paracaídas. Fue de las mejores cosas que hice en mi vida. Pocas veces sentí tanta adrenalina, pocas veces lloré con tanta emoción.
6. En mi DNI figura que nací el 24 de mayo. En realidad nací el 22, pero mi papá se confundió. Antes me quejaba y hacia un lío tremendo cada vez que viajaba; ahora festejo doble.
7. Una vez, en secundaria, me depilé media ceja pensando que la estaba emprolijando. Error; la “simetría” de mi cara se emborrachó. Y con ella mis expresiones faciales.
8. Me cuesta escribir ficción. Hablar desde personajes que no son yo y que dialogan, que llevan un nombre y apellido distinto al mío. Por eso, hace varias semanas que estoy escribiendo algo así como un cuento en mi celular. Cada vez que quiero, lo abro y sumo algunas líneas, pero solo cuando quiero. Para este texto no existen fechas límite ni reglas. Lo escribo a cuentagotas. Y aunque me cueste admitirlo, si bien la personaje se llama “Elina”, en gran medida, soy yo. ¿Podría ser de otra forma? Al menos ahora, creo que no.
9. Boché tres veces el examen de manejo. Cuando estaba por cumplir 18 y “tenía” que sacar el registro, me moría de miedo. Había tomado algunas clases en un circuito cerrado y tan irreal que no veía plausible el salir a la calle. Apenas podía prender el auto. La primera vez me fui llorando de humillación. Pero con mis 21, llegó el registro y hoy nadie me saca del volante. Ese miedo que me infundieron, ya no está.
10. Nunca fumé un cigarrillo de caja. Tampoco lo voy a hacer. Me lo prometí cuando murió mi abuela. (Sí fumé alguna que otra pitada de un cigarrillo armado, pero no me parece que sean lo mismo… ¿qué dicen?)
11. Mi apellido significa “hija de ojos negros”. Nunca tan acertado. Aclaro que la terminación de mi apellido es turca, pero es porque lo tuvieron que cambiar durante el genocidio armenio.
12. Nunca estuve de novia.
13. ¿Viste cuando te llama un mensaje pre grabado a tu casa y te querés matar? Gano mi sueldo haciendo eso 🤦🏾♀️
14. Me mudo. No voy a decir nada más.
5 cosas que aprendí en estos 24 años:
1. Hay pocas cosas tan importantes como hacer lo necesario para estar bien con uno mismo. En mi caso, me tranquiliza escribir y salir a caminar, escuchar música. Bailar. Sentarme en silencio, con los ojos cerrados (todavía no me animo a decir “meditar”). Llorar. Quedarme en casa cuando es lo que me pide el cuerpo. Tomarme el tiempo de reflexionar sobre lo que me pasa, lo que me inquieta, para intentar entenderlo y mejorarlo.
2. Estar sola no significa que valgo menos. Por mucho tiempo recibí distintos impulsos —de la sociedad, de mi familia, de la cultura en la que vivo— que me hacían sentir que si estaba sola, no estaba entera. Que un “otro” podía darme plenitud. Que la respuesta “ideal” al “¿cómo estás?” era “bien, saliendo/noviando/blabla”. Y todo eso minaba mi autoestima, dándome una perspectiva irreal de las cosas. No digo que estar acompañada no sea una sensación lindísima, pero no garantiza mi bienestar. No me define. Esta, sin dudas, fue una de las cosas más importantes que comprendí.
3. La vulnerabilidad no es sinónimo de debilidad. Al contrario. Exponerme, decir lo que me pasa, cómo me siento me hace sentir de alguna forma poderosa. Me da una sensación de adrenalina inigualable, seguida por la calma de haber sido honesta conmigo misma.
4. Cultivar las relaciones que son honestas, transparentes es importante. Esas amistades o vínculos de cualquier índole que sé que lo valen; son manos que me sostienen, que me empujan para adelante. Y también es lindísimo estar así para el otro.
5. Quererme, ser positiva. Confiar. Lo que pasa, en definitiva, es lo que tiene que pasar. No vale la pena pensar tanto; las cosas son más simples de lo que creemos. El torbellino mental que se genera cuando carburamos de más no es nada más que humo.
5 cosas que quiero:
1. Quiero ayudar y darle algo al otro, desde lo creativo y expresivo. Aún no sé concretamente cómo se va a materializar eso, pero es un ideal medio borroso que tengo conmigo. Trabajar con la escritura, las emociones, el arte. Frenar y decir: “Es esto, acá SOY Cloé”.
Cada vez que le hablaba a Shari de que no estaba contenta en X trabajo, ella me mandaba un artículo de Liz Gilbert donde distinguía “carrera” de “hobby” y “trabajo”. Es verdad que si espero que mi laburo aglutine todo, me deprimo por la autoexigencia de pretender tener todo eso. Pero sí quiero sentir que creo plenamente en lo que haga cada día.
2. Quiero viajar. Quiero nutrirme de culturas, de rituales. Quiero mirar y que se quemen mis ojos. Quiero hablar con gente, ver cómo viven. Preguntar y escribir. Escuchar. No perder nunca la capacidad de asombro.
3. Quiero enamorarme. No hay garantías, pero al menos sentir que aprendí de lo que ya me dolió (já). Que sea simple, que sea un viaje en sí mismo.
4. Quiero seguir estudiando y no hablo solo de la estructura formal. Quiero aprender y —ojalá algún día— pueda enseñar también y devolver todo lo que fui absorbiendo.
5. Quiero ver a mi familia crecer; ¡a los hijos de mis hermanos y quizás a sus hijos también! Quiero más domingos de almuerzos extendidos, de manchas en los manteles, de botellas de vino que no dejan de abrirse y de copas que hagan brindis.
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Dejá un comentario y contame quién sos, qué aprendiste y que querés. Vos también formas parte de PAC así que ¡introduzcámonos! Gracias por estar del otro lado 🙂 Y no te olvides de sumarte a nuestra comunidad que se vienen cosas nuevas y no quiero que te quedes afuera:
Vamo arriba PAC! Me gustó lo de vulnerabilidad. Creo eso mismo hacen ust des acá. Creo en eso estas ayudando desde lo creativo y expresivo y enseñando desde lo aprendido. Vamo arriba Cloé!
Nico genio 🙂