Más allá de que las hojas no están relacionadas con la definición de esta lindísima palabra, las elegí por una razón.
La historia es así: la primera vez que escuché esta palabra fue cuando una amiga dio un monólogo, llamado “El milagro de las hojas”, de la autora brasilera, Clarice Lispector, en una clase de teatro. Me conmovió la delicadez con la que lo recitó y me impresionó como, entre tantas palabras difíciles y desconocidas, le salía decir esta oración con tanta naturalidad, como si conociera la definición de cada palabra, cada pausa:
“Si tengo visiones fugitivas antes de adormecerme -¿sería esto un milagro? Pero me explicaron muy parsimoniosamente que esto incluso tiene nombre: ‘eidetismo’, capacidad de proyectar en el campo alucinatorio las imágenes inconscientes”.
Y además, me pareció la palabra adecuada para este día nublado y solemne. Procuremos movernos, hablar parsimoniosamente, como esparciendo dulzura… total, ¿quién nos apura?