Clo:
¿Por dónde empezar? Siento que hay cierta razón por la que fui a tu ciudad apenas la dejaste, con lo poco que creo en las casualidades y lo mucho que me entretengo con los juegos del destino. Todo pasa por algo.
Hay cosas that are meant to be, y no conocer París de tu mano fue una de ellas. Aun así, no sabés lo presente que te tuve. Son dos París-es distintas, la tuya y la mía. Dos París-es distintas las que caminamos, pero busqué incansablemente el puente que uniera las dos y que me dejara aunque sea espiar un poco de la tuya. Mi cuerpo vivió la misma sensación que tantas veces te leí describir: la magnificencia, la admiración de vivir la misma ciudad – los mismos espacios y paisajes – en la que lo vivieron tantos gigantes (literarios, políticos, humanistas, cineastas, músicos, artistas, etc. Incontables). Me emocionó.
Caminé al atardecer por el barrio latino e intentaba imaginarte a vos, Clo, desenvolviéndote en esas mismas calles. Quizá es porque intenté ver tu espectro de los meses que hiciste en París. Quizá fue eso, esa sensación, la que me hizo mirar todo con otros ojos. Soy una turista en París que intenta vislumbrar fragmentos de lo que fue tu casa. Y por Dios, la joda. Era viernes a la noche y todos, todos, disfrutaban en los muelles que dan al Sena, esos que vos llamas “islas” y me quería sumar a su picnic nocturno, a sus risas, sus gritos, sus cantos, sus aplausos. Qué divertido. Nunca me dijiste que París era tan extremadamente canchera. ¡Me lo quisiste esconder, turrita! ¡Te lo quisiste guardar!
Me sorprende mucho la historia. Es tanta y se ve reflejada en tantos aspectos de la ciudad que es ineludible. Y no es que es un pasado hecho visible porque los edificios están venidos abajo – no. Es porque atravieso uno de los incontables puentes y tengo al lado un edificio de tamaño monstruoso que alberga el cadáver de Napoleón. Es el arco de triunfo que te recuerda a la entrada de Hitler en París. Es el exceso de Versalles, que nos agobió a mi papá ya mí pero por razones distintas. A mí, por la gente; a él, por toda esa abundancia exagerada en la que vivían algunos cuando el resto del país moría de hambre.
Todo está prolijíismo, todo es bellísimo, todo está perfecto y todo está perfectamente restaurado.
¿Fue el hombre el que construyó semejante ciudad? ¿No nació París tal cual es hoy desde el comienzo de los tiempos? Cuesta imaginar que se hizo de abajo y de a poco.
Pero bueno, dejando de lado el flash y hablando de cosas menos pretenciosas y más fáciles de tragar, prosigo a contarte que:
– Conocer París con mis viejos fue muy divertido. Después del primer día de shock, tragué aire y me hice más tolerante. (Mentira, ma.) (Mentira, pa.) Básicamente: soy una malcriada. Estuvo impresionante. Lo mejor de todo fue que en más de una ocasión, me di vuelta, buscándolos, y los encontré posando para una selfie. Ellos dos. Yo no estaba. Mis viejos de casi sesenta años sacándose una selfie. Mi papá era el que la sacaba a petición de mi madre, claro, por tener el brazo más largo.
Selfie Y subte. ¡¿Qué más puedo pedir?! (Quizá un brazo un poco más largo.)– Viajar en subte con los viejos merece una sección aparte. Los tuve que filmar a escurridizas para tener material que mostrarle a mis hermanas: el desenvolvimiento de esas dos criaturas entre los túneles subterráneos.
– ¡Lindos chicos, los franceses! Guapetones, como dirían mis compatriotas sevillanos. Gua-pe-tones.
– Esto te hubiera encantado. El departamento en el que nos hospedamos estaba en el último piso del edificio, y tenía la mejor sorpresa: unas escaleras te llevaban a un cuarto de dos por dos metros, con vista panorámica de la ciudad. Lo único que tenía el cuartito eran libros sobre los estantes, una mesa, una silla y un velador. Era el “cuarto para escribir” del departamento, y no miento. Tan parisino. Me llegó al alma.
– Pont Neuf, el puente del amor. Intenté encontrar un Sharon para ver si algún pobre desafortunado había dejado un candado por mi amor no correspondido. Sé que están ahí (los desafortunados, no los candados) pero o ninguno me ama lo suficiente como para plasmar su amor de forma eterna* o ninguno tiene el capital para viajar a París y hacerlo.
No encontré ningún ‘Sharon’. ‘Sarah’ fue lo más parecido, pero me basta. Con el reflejo de la luz puedo mentir.Por lo menos Sarah se lo pasa bien.
(* = “eterna”. Para los que no sabían, la moda romántica de colgar candados con los nombres de la pareja feliz empezó en el 2008. Desde entonces, tantos candados fueron enganchados que el puente corre el riesgo de no soportar el peso. Cada tanto tiempo, se hace una limpieza y se los rompe y tira. Fui testigo de como limpiaban un trecho de la baranda. Así que ningún amor es eterno. That’s all, folks!)
Te quiero, Clotilde de mi corazón. Pienso que quizás te resultaba más fácil escribir sobre París porque es enorme y necesitabas apropiártela de alguna forma. Y creo que logré espiarla. Creo que te vi, acostada en uno de los jardines y acompañada de gente alegre, de unos vinitos y de unos quesos, tu carcajada inconfundible perdiéndose entre el ruido. Fue solo un segundo, y porahí no eras vos, pero porahi sí.
Shaps! QUIERO ESE VIDEO YAAAAAAA!!
.. Y quien diría que Loreta.. LORETA no solo se dejara fotografiar, sino que haya sido su iniciativa!!!