Siete impresiones de Lisboa

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1.

– Creo que esto no me funciona. Me duele mucho la panza.

– Dale, Shari. Ni siquiera desayunaste tanto.

– Un bol de cereales enorme, dos tostadas y dos tés.

– Nada.

– No me puedo mover.

Eran las diez de la mañana del sábado.

Parece que la clave cuando estás viajando es ir a un hostel que incluya desayuno, sí o sí. Despertar, engullir, salir, recorrer, posponer el hambre lo más posible, almorzar tarde y barato, caminar, cansar, picotear algo y listo. Este fin de semana en Lisboa fue mi primera vez experimentando qué tal el intento de ahorrar en comida.

– Es que chicas, sé que no me va a funcionar.

Digamos que Shapi acá sufrió el efecto contrario. Murió durante la media hora que siguió al desayuno y a la una de la tarde ya tenía hambre, pero el voraz, el de rapiña, el que ataca. A esto se le llama, señores y señoras, el efecto contraproducente. Gasté más en comida que todas las chicas, que por razones no importantes, no habían podido desayunar de este modo y picotearon durante todo el día. Yo, mientras me manducaba el muffin, pensaba en todo lo que había desayunado y lloraba en mi mente.

Domingo. Strike two.

Me acerqué a la mesa del desayuno con una taza humeante de café en una mano y una tostada en otra, decidida a que esta vez lo voy a hacer a mi manera. Iba a respetar las comidas, tal y como son, si total sé que me gusta tanto que disfruto gastando en ella. Pero hay algo que no me dejó saborear mi café lo que mucho que me hubiera gustado, porque Meri se estaba atolondrando con su cuarta tostada mientras metía cucharadas de mermelada de frambuesa en su tercer bol de cereales y revolvía su segundo té. La escuché a Vicky metiéndose las magdalenas en la mochila en la cocina. Mechi, postrada en la silla en frente mío, padecía de dolor de panza, convencida de que nunca había comido tanto.

Mi tostada, tan linda hacía cinco minutos, empezó a palidecer, y yo a dudar. ¿Pruebo de nuevo? A mi bolsillo le tentaba la idea. Tres tostadas y una magdalena después, salí por la puerta pensando en qué rica es la manteca y qué poco me dolía la panza.

(Spoiler: funcionó. Compramos al mediodía dos baguettes, jamón y queso en el supermercado y le entramos al sánguche durante el almuerzo y la cena por menos de lo que nos salió el boleto del tren a la playa. Lo que son las tácticas viajeras…)

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2.

Lisboa está desplegada sobre siete colinas. No una, no dos: siete. Mis piernas post-Barcelona pudieron con el tour de dos horas que hicimos pero a Mechi le costó un poco (sorry, Mech).

Fue la primera vez que hice uno de los free walking tours. Para los que no saben lo que es, Googleen “free walking tours + ciudad” que quieran recorrer y van a aparecer varias opciones. Son visitas guiadas que se hacen todos los días o varios días a la semana en las que hay un punto de encuentro y un horario establecido, y donde un local te hace de guía por unas horas sin cobrarte nada. Una vez que termina, pasan la gorra y les dejás la propina que quieras. El precio puede variar; conozco gente que ha dejado desde dos euros hasta diez por persona. También conozco algunos que se fueron unos minutos antes de que terminara. Queda en la consciencia.

3.

De la misma forma que Argentina tiene su tango, Portugal tiene su fado.

4.

Melancholic, loving and welcoming. “Melancólica, cariñosa y acogedora” son los tres adjetivos que nos dio Diana, portuguesa, para describir a su país. Dice que los portugueses pasaron por muchos conflictos, por muchos obstáculos, muchos desafíos pero que siempre supieron seguir adelante. “La historia de Portugal está llena de tragedias”, nos dijo. Cómo me gustan las tragedias.

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5.

Fue lindísimo bajar del autobús y escuchar la melodía del idioma portugués. Me llamó la atención, para bien, lo mucho que lo escuché por todos lados – en el tren, caminando, en los colectivos, en las plazas, en las calles – aunque hayamos estado en las zonas turísticas. Me hacía sentir que estábamos todo el tiempo mezclados con los portugueses y no con visitantes.

Desplegué mis artes lingüísticas desde el primer momento; mi portugués estaba oxidado pero eso no me iba a detener. Nada me iba a detener, aparentemente, ni siquiera los mismos portugueses, que al darse cuenta de que era extranjera me hablaban en un inglés o en un castellano impecable. Tuve varias charlas en las que me di cuenta de que aunque yo insistiera en hablar en portugués – JA MIRÁ QUE LINDO, SÉ TU IDIOMA, DEJAME PRACTICAR, SOY DIVINA – ellos insistían en comunicarse con inglés. O castellano. Yo seguía. Yo seguía, pero ellos también. Era una guerra de ambos lados y nadie se iba a dejar vencer.

Creo que alguien me comentó que había pensado que era portuguesa pero por ahí es mi mente que se imagina cosas. Es lo más probable.

No importa. Lo importante es que el portugués es melódico. Obrigada! Dois pasteis de nata, por favor, com meia de leite! Discupa. Voce sabe onde há um supermercado perto? (No, no me fijé en el traductor de Google. ¿Qué?)

6.

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“Sorry Mom, I couldn’t finish that stencil”
 

Fuimos a la playa. Era invierno. Habían mujeres en bikinis, hombres en zunga, y las chicas se tomaron un helado. Dejé el verano en Buenos Aires para esperarlo llegar acá. Cuando vuelva a Argentina, habré dejado el verano europeo para esperarlo llegar allá. Voy a vivir dieciocho meses de primavera y verano seguido. Doy envidia.

7.

Lisboa me hizo acordar muchísimo a algún lugar y nunca supe cuál. A muchos lugares en realidad, como si hubiera tomado detalles de otros y los hubiera amasado en lo que hoy es la capital de Portugal. Cada minuto que estuve ahí, la sensación de querer descifrar a dónde me carcomió la cabeza.

Es muy diferente, Lisboa, del resto de Europa. También es muy diferente dentro de sí misma. De los tres días que estuvimos, uno nos la pasamos recorriendo la ciudad. Otro, nos fuimos a Sintra, a media hora en tren, una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Y el último nos fuimos a Cascais, a los suburbios playeros.

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La ciudad me pareció rea, orgullosa, independiente. Si la tuviera que describir como una persona, sería una adolescente canchera, que se hace la ruda pero que por dentro es un amor, sensible como pocas. De todos sus balcones cuelga ropa puesta a secar. Los graffitis abundan. Las paredes de los edificios están resquebrajados, desgastados, desvencijados de una forma que los hace más bellos, como si quisieran mostrar de lo que están hechos, dejar de lado las pretensiones, decididos a exponerse. Esta soy yo, no tengo miedo de mostrarte como soy, estoy lastimada pero soy atractiva, tengo historia y soy hermosa. Eso me decía Lisboa, que no era ni Europa ni América Latina. Era Portugal, así, solo, autónomo, suficiente, con la espalda derecha y la frente en alto.

 

7 comentarios en “Siete impresiones de Lisboa

  • Contestar adri 20/03/2014 at 4:11 pm

    yapi querida el equilibrio exacto de lo que podés ahorrar comiendo de más en el desayuno prepago del hostel te lo va a dar la cantidad de ropa que te tengas que comprar porque no te entra la vieja!!!!!!

  • Contestar michi 20/03/2014 at 8:44 pm

    Fue muy oportuno el comentario de Denchu con las medalunas de ayer!

    pd. quiero hacerme la escritora desde aca y escribir yo tambien!!!!!!!!! 🙁

  • Contestar Nombreloretta 21/03/2014 at 3:07 am

    Comentario cómo no enamorarse de tu adolescente canchera

  • Contestar Michi 26/03/2014 at 2:33 pm

    1- Mamá tenés que borrar las palabras “nombre” y “comentario” antes de escribir!
    2- Loreta firma Loretta jaja doble “t” . ATENTI

  • Contestar bárbara gutierrez 23/04/2014 at 10:41 pm

    Shari qué lindo revivir Lisboa!! Como bien escribís yo también la sentí entre Am Latina y Europa. Tan tan segura y auténtica que da envidia!
    Besosss, seguí disfrutando y escribiendo!

  • Contestar abogados madrid 04/05/2015 at 5:31 am

    Siempre suelo tirarme una media hora diaria leyendo este blog, con mi taza de cafe, felicidades por este sitio
    .

    • Contestar Cloé Karagozlu 17/05/2015 at 9:30 pm

      Qué alegría leer esto! Muchas gracias 🙂

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