Estoy perturbada porque me convertí en un cliché sin darme cuenta. Estoy metida en una gran olla que hierve una sopa de cliché a fuego lento, y yo ahí, girando mientras me revuelven. No es suficiente enamorarme de un italiano ni mudarme a su país. Tampoco lo es aprender su idioma, la “lengua más romántica y sexy”, ni la de recorrer casas de colores pasteles que miran el ...