“Mousse del Piltri” o “Calafate con leche de oveja”. Mi cabeza estaba ahí, en Jauja, decidiendo qué gusto de helado insólito compraría y si me alcanzaba para pagar en efectivo o si tenía que pelar la tarjeta de débito. ¿Un kilo es poco? Sonó el teléfono, la pantalla delató al emisor, y dejé que el heladero decidiera por su cuenta. “Ah, ¿en serio? ¿Quedé para ...