Empezó el verano en Génova. Eso significa que el sol desaparece a partir de las nueve y media, que el cielo se convierte en un remolino de pájaros que parecen borrachos durante el atardecer – gaviotas, papagayos, golondrinas -, y que en algunos mediodías es necesario meterse bajo la ducha fría para disimular la transpiración.
Significa, también ir, a la playa.
Génova es una ciudad italiana aplastada entre las montañas y el mar. Tiene uno de los puertos más importantes del país y por eso para ir a la playa conviene irse del centro para alejarse de los edificios, de la contaminación y de las orillas más feas. A partir de los veinte minutos en moto o más, llegás a barrios – como Quarto o Nervi – o pueblos – como Camogli, Bogliasco, Sori – que tienen la magia de hacerte sentir de vacaciones aunque sea un lunes a la mañana.
Siempre tuve ganas de vivir sobre el mar, pero ahora que vivo en una ciudad costera me doy cuenta de que no todas las playas son iguales. Daba por descontado que “playa” era sinónimo de arena amarilla, de horizontes infinitos y de ojotas, ropa ligera y mucho protector.
Mmm.
Recalculando.
Número uno:
Muchas de las playas acá no tienen arena; tienen, en cambio, piedritas. Todavía no me acostumbro, mis pies duelen cuando voy de la orilla al mar, del mar a la orilla. Las playas tampoco se estiran interminables de una punta a la otra, como a las que estoy acostumbrada, donde uno puede irse a caminar de un extremo al otro y no volver antes de una hora. Las playas de la Liguria (la región a la que pertenece Génova) son chiquitas y muchas veces están escondidas: si no hubiese ido de la mano de locales que las conocieran, no las hubiera descubierto o no hubiera sabido cómo llegar.
Número dos:
Los genoveses vienen a la playa en zapatos, en jeans. ¿Será la costumbre de quienes viven sobre el mar? ¿De los que cambian la ciudad por la orilla durante los minutos que tienen libres para almorzar o para hacer un descanso entre oficinas? Es mucha prolijidad como para estar en la playa. Hay excepciones – siempre están los viejos que vienen para instalarse como yo – pero en general esto es lo que veo: chicas maquilladas, algunas tomando sol en corpiño y hombres que vienen en pantalones y se ponen el traje de baño una vez que llegan. No entiendo nada. ¿Cómo no los veo en ojotas, con la malla ya puesta? ¿Qué es esto de cambiarse? Confusión.
Número tres:
Las playas privadas.
Esto es lo más grave de todo. Otra razón por la que es necesario transportarse a las afueras para aprovechar de las playas es que las que quedan más cerca de la ciudad son privadas. Para entrar, los balnearios cobran una entrada y un precio extra por cada sombrilla, reposera o cosa que quieras alquilar. Algunos son más grandes que otros y ofrecen también una pileta, un cuartito en donde cambiarse y dejar las cosas, colonia de verano, etcétera. Cuando camino por la rambla, veo el mar desde arriba y espío también los balnearios, esos espacios sobre la costa a los que no me dejan acceder, esas construcciones sobre la orilla que le quitan la sensación de naturaleza a la que estoy acostumbrada cuando pienso en la playa.
No es tan grave porque las playas públicas son muchas y en general más lindas por estar lejos de la ciudad, pero no me deja de dar lástima ver tanto espacio tomado de forma injusta.
Número cuatro:
Crecí en Buenos Aires, lejos del agua salada, y me acostumbré a que ir al mar es una cuestión de dos semanas al año durante el verano, y que uno prepara el bolso con la toalla, el protector, los anteojos de sol, el pareo, el picnic, el mate con los bizcochitos, el libro, la reposera y la sombrilla, y se instala en la arena hasta que el sol se vaya. Las primeras veces que vinimos a la playa acá, el Tano y sus amigos levantaron campamento a las cinco de la tarde y me quedé en shock. ¿Y el mate? ¿Y el atardecer? Miré alrededor y todos estaban yendose en el mejor momento para estar cerca del mar.
Ir a la playa es una cuestión de pocas horas, una, dos, quizá tres. Imagino que será una cuestión cultural; quizá es la diferencia entre los que vamos durante las vacaciones, y los que crecieron habituados al susurro del mar y que no necesitan mirarlo para confirmar que no se irá a ninguna parte, que en dos semanas, después de las vacaciones, seguirá ahí.
Levantan campamento – todos – cuando aún el sol pega fuerte y se van a tomar un aperitivo. ¿Qué es un aperitivo? Es una costumbre típica italiana donde, de a eso de las seis a ocho de la tarde, con cada trago que pedís, te traen también comida para picar. Puede variar entre la pizza, papas fritas, un poco de pasta, focaccia, pedacitos de polpettone (tarta), panini (sandwiches) y algunas otras cosas. Cambia de bar en bar, algunos te traen solo una opción y otros una mezcla. Durante esas horas, el precio de los tragos o de la cerveza o de la bebida que te pidas, incluso la Coca-Cola, sale uno o dos euros más para compensar.
Para la vida diaria es una solución perfecta que quisiera exportar a Buenos Aires. Debido a mi condición de abuela congénita siempre sufrí el “ir a tomar algo” después de cenar cuando hay que madrugar al día siguiente. ¿Por qué no tomar algo antes en vez de después? ¡Solucionado!
Pero… para un día de playa, cuando el atardecer todavía ni empezó a anunciar su llegada, cuando el sol quema fuerte como para broncearnos un poco más, cuando todavía ni siquiera es la hora del mate, levantarse e ir a un bar atestado de gente para tomar y comer algo me parece un pecado. ¿Les tengo que enseñar yo a los genoveses que de la playa no se va antes de las nueve? ¿Que ninguna bebida, por más fresca que sea, se compara con el sabor amargo y tibio de un mate compartido? ¿Qué si se retiran tanto tiempo antes no puedo hacer mi comunión con el mar, no puedo reflexionar, no puedo perderme en cuestiones filosóficas mientras veo como el cielo se destiñe?
Por favor.
Es una blasfemia. ¡Dejá tu pizza elaborada ahí que yo me como mis bizcochitos! Me quedo acá con el mate hasta no tener al menos dos epifanías mientras miro las olas.
Tengo muchas cosas que enseñarles a estos tanos.
genia!!
Genial tu experiencia sobre las playas de Génova. Estoy planeando ir en primavera.. como parada playera de 2 días antes de llegar a Roma. Gracias!